Fernández Oro: la chacra rionegrina que bate récords y llena pintas en todo el país
- descubritudestino
- 16 abr
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Actualizado: 18 abr
Hace más de 50 años que produce lúpulo para una de las cervezas artesanales de mayor renombre de la región. Este año espera lograr una cosecha histórica gracias a su inversión en innovación y desarrollo.

En las afueras de la localidad rionegrina, crece uno de los ingredientes clave para la birra artesanal: el lúpulo. Desde hace más de un mes que las plantas de la Chacra Fernández Oro, distribuidas en sus 61 hectáreas, son cosechadas por obreros y máquinas. La producción, que continúa a lo largo del año, tiene como finalidad llegar a las mesas argentinas en forma de cerveza Patagonia.
Si bien El Bolsón concentra casi el 80% de la producción nacional, Fernández Oro se posiciona cada vez más como un punto estratégico en la industria. Sus características, propias del Alto Valle, la hacen ideal para la tarea: cantidad de horas de luz, disponibilidad de agua debido a los canales de riego que abastecen el cultivo, pocas precipitaciones durante el año que reduce la aparición de enfermedades y hongos, y superficie plana que hace que no haya inundaciones y facilita las tareas de desmalezado.
Cada hectárea cuenta con aproximadamente 1.500 plantas. Este año se espera lograr una producción histórica, de más de 100 mil kilogramos, que supere el récord de 2022. Gastón Catalini, ingeniero responsable del espacio, comenta que el logro se debe al crecimiento en cuanto a terreno pero, sobre todo, al mayor rendimiento logrado en ellas.
“Hace 2 años que tenemos un plan de renovación del campo para mejorar el replante, sacando plantas viejas de viejas cosechas y poniendo nuevas, lo que hace que el rendimiento de la planta sea mejor”, sostiene. Además, se busca incorporar variedades más resistentes a los patógenos y que tengan una vida útil más larga, para disminuir los tiempos de replante y optimizar la productividad de cada ciclo.

El paso a paso durante el año
El laburo comienza en primavera: a la vez que la temperatura sube, las plantaciones brotan. Entonces se colocan los tutores y guías con hilos de coco (que luego serán compostados y reutilizados en la preparación de la tierra para el invierno), para que las trepadoras crezcan de manera vertical hasta los 5 metros. Si bien cada variedad tiene sus propios tiempos, entre diciembre y enero se da la floración y entre febrero y marzo la maduración es completa, cuando comienza la cosecha.
Una vez finalizada la recolección, secado y prensado de las flores, se procede con el pelletizado. La flor es molida en polvo y -valga la redundancia- se forma en pellet, que es almacenado al vacío y despachado a las cervecerías para la elaboración de cada una de las recetas. A la par, cuando termina la cosecha y mientras las flores esperan ser procesadas, se realiza el mantenimiento de las estructuras y tierras para la llegada del invierno, temporada en que las raíces duermen hasta comenzar con el ciclo una vez más.
¿Qué se produce en el Alto Valle?
El 50% de la superficie de la chacra se dedica al cultivo de la variedad Victoria, que se usa para dar amargor. En menor porcentaje, se encuentran las aromáticas Mapuche y Nahuel, desarrolladas por el equipo de investigación del predio. Las tres son utilizadas en la cerveza Patagonia, sobre todo para la Kilómetro 24.7. Además, el año pasado empezaron a comercializar la variedad Gaucho, también experimental, que se usa en la Lager del Sur.

Innovación, desarrollo y experimentos
Mapuche, Nahuel y Gaucho son resultado del cruzamiento de otras especies para encontrar nuevos individuos. El proceso de análisis es extenso, de aproximadamente 10 años, donde se estudian variables como el potencial de la variedad experimental, su rendimiento y el perfil sensorial, entre otras cosas.
En constante diálogo con los cerveceros, estos nuevos lúpulos son testeados para ver si pueden incorporarse a la producción buscada. En caso de que su desarrollo y uso tenga el visto bueno, se avanza con nuevas recetas y se maximiza su plantación y venta.
Empleo regional
Los trabajos son por temporadas, lo que genera momentos altos y bajos en cuanto a mano de obra requerida. “El lúpulo tiene una demanda de mano de obra sobre todo de campo, de trabajo manual”, comenta Catalini.
De acuerdo al ingeniero, en la actualidad emplean a 90 personas y el 50% es de Fernández Oro, Allen, Roca y Cipolletti. “Por iniciativa de la propia chacra, hacemos un trabajo en conjunto con la oficina de empleo de cada una de las localidades para obtener perfiles de personas que quieran trabajar en la empresa. A nosotros nos da una facilidad a la hora de buscar personal que ya esté capacitado en las tareas”, menciona.
Hoy en día se busca mecanizar los pasos para obtener resultados más rápidos y eficientes, con mayor seguridad para los obreros. Por ejemplo, la chacra está en proceso de mecanización de la cosecha, para eliminar las torres manuales. Catalini asegura que esto permitirá mejorar la eficiencia, aumentar la productividad y reducir riesgos para los trabajadores, a la vez que crear puestos laborales que requieran mayor capacitación y que generen mejores condiciones de contratación.
Sin embargo, hay tareas en las que no es posible reemplazar la mano de obra humana. Tal es el caso de la envoltura e hilado de las guías: “es una tarea casi artesanal porque requiere de mucha dedicación y cuidado”.

Todo es oportunidad y desafío para la actividad lupulera de la región. Con la vista puesta en posicionarse como un centro productivo de gran envergadura para abastecer al mercado nacional, la Chacra Fernández Oro invierte para lograr un crecimiento sostenido, con diversificación de su producción, optimización de sus procesos e investigación en su desarrollo.
Redacción: Agustina López
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